CUANDO está a punto de cumplirse un año del comienzo de la guerra en Ucrania hemos hablado con Oksana, una mujer ucraniana casada desde hace 20 años con un vecino de la calle San Blas, ella se ha convertido en pilar fundamental para las familias compatriotas recién llegadas al barrio de El Gancho. Además de ayudarles con el idioma, desde el primer momento pensó en el centro social Luis Buñuel como el lugar perfecto para que estas personas tuvieran un espacio amigo donde acudir. Contactó con nosotros y así empezó todo.
En la Sala Azul del Luis Buñuel se celebró la fiesta de Navidad con más de 60 niños ucranianos de toda Zaragoza y su redolada.
Vamos a visualizar a través de Alina y Julia lo que ha supuesto el Centro Social Comunitario Luis Buñuel para la comunidad de refugiadas ucranianas en el barrio de El Gancho, casi 100 personas.
De la ciudad de Chernígov huyeron Alina y su hija Alisa de 8 años que vinieron solas dejando a los abuelos en Ucrania. También vecinos de esa ciudad son Alexis de 10 años y su madre Julia que ha dejado a su hermano y a su marido luchando en el ejército, ¿alguien puede ponerse en su piel y sentir la angustia diaria que supone ese infierno?, dejar tu casa, tu familia, tu ropa, venir con lo puesto…
La extraordinaria acogida que Zaragoza ha dado a estas refugiadas, que demuestra que cuando hay voluntad política hay medios, llevó a varias mujeres a compartir habitaciones en el Albergue de Zaragoza en la calle Predicadores. Oksana y su familia ofrecieron su cariño y su barrio a estas recién llegadas que inmediatamente encontraron una red vecinal de ayuda en el Buñuel.
En el patio del Buñuel los hijos de Julia y Alixa han jugado a sus anchas con los voluntarios que rápidamente se ofrecieron para estar con ellos mientras sus mamás podían recibir sus primeras clases de español. Aunque las entidades oficiales que acogieron a las familias ucranianas tenían la tarea de ofrecerles clases, durante casi tres meses el enorme flujo de personas hizo complicado el acceso de los niños al colegio. En ese tiempo decenas de colaboradores del CSC Luis Buñuel se volcaron con ellos para ofrecerles todo lo que necesitaban. Los peques merendaban colacao y galletas a la vez que aprendían sus primeras palabras en castellano. Y mientras, las madres podían tener un espacio donde hablar tranquilas y compartir sus miedos en un momento tan amargo.
Melchor vino al Buñuel unos días antes del Día de Reyes para escuchar en persona las peticiones de las niñas y niños refugiados ucranianos.
3551 kilómetros exactos separan la ciudad de Chernígov, al norte de Ucrania, muy cerca de la frontera con Bielorusia, con el Centro Social Comunitario Luis Buñuel. Pese a la distancia física y cultural, el Buñuel se ha convertido en la “pequeña Chernígov” para las madres y sus hijas e hijos llegadas al barrio del Gancho.
Los niños fueron escolarizados en los colegios del barrio y han utilizado las salas del Buñuel como lugar de estudio y juego antes de volver a sus habitaciones del albergue, que pese a estar muy bien tratadas, necesitaban un espacio grande para jugar a sus anchas.
Estas mujeres poco a poco han ido encontrando trabajo en Zaragoza y lo que nos repiten una y otra vez es lo hospitalarios que somos en esta ciudad aunque siempre terminan sus frases con “y el Buñuel sobre todo”.
Entre otras muchas reuniones y encuentros tenidos en el CSC Luis Buñuel, en diciembre hicieron una fiesta de Navidad por todo lo alto. Vinieron más de 60 niños ucranianos de toda la ciudad y de los pueblos cercanos donde están viviendo con sus familias. Cuentacuentos, reyes magos, merienda típica de su país… un ratito de normalidad tan importante para los peques como para las madres.
Estos días la comunidad ucraniana del barrio de El Gancho ha recibido con tristeza y preocupación la amenaza de desalojo por parte del equipo de gobierno del ayuntamiento de Zaragoza. Como unas vecinas más, se han manifestado para que este despropósito nos les deje sin este centro que tanto las ha ayudado a encontrar su espacio amigo.
Pero no es solo el espacio lo que han encontrado entre las paredes del Luis Buñuel, también han encontrado toda una comunidad de personas que se han convertido en su familia zaragozana. Mientras les hacemos preguntas nos recuerdan los caramelos que les daba María, la de la Olla Comunitaria para los niños, o a Ludmila que les da clases de castellano o Manuel que les ha preparado ropa y calzado del Ropero Solidario.
Hemos preguntado a Oksana, la vecina ucraniana del barrio, dónde van a reunirse madres y niños ahora. Nos comenta que ha estado llamando a los centros cívicos cercanos pero que le contestan que no tienen sitio para cederles. Así que ahora mismo no saben donde van a seguir con sus actividades del Buñuel.
La “pequeña Chernígov” que ha crecido en el Centro Social Comunitario Luis Buñuel no se puede trasplantar fácilmente. Las posibilidades de acogida sincera que los colectivos del Buñuel ofrecen, sin pedir nada a cambio, es un valor que ninguna comunidad sensata debería tirar a la basura y que merece el respeto de los próceres de la ciudad para encontrar una solución.
Señores del ayuntamiento, reúnanse con nosotros, busquemos una solución, en el Buñuel cabemos todos y todas.